¿Y por qué no? Comienza la carrera por las elecciones municipales y cada
formación política eleva sus propuestas a los algecireños. Todos estos
partidos, con excepción de Vox, han degustado las mieles del poder, con
mejores o peores resultados y todos van a prometer hacer lo que antes no han
hecho. Mínima credibilidad en plan “haberlo hecho antes pedazos de
mamandurrios”.
Vox aporta una visión renovada de manos de gente “por estrenar” y con el
hándicap de pelear rodeados por las acusaciones más truculentas de manos
de nuestros rivales. En verdad, todos nosotros queremos, esta humilde
escribidora como candidata quiere…
El derecho de los algecireños a ser felices. Derecho fundamental del ser
humano que aparece en la Constitución de los Estados Unidos pero que ha
sido sistemáticamente obviado en nuestro texto Constitucional. De hecho “el
derecho a ser feliz” y consagrarlo como tal, siempre ha parecido a nuestros
políticos, con sus sueldos, sus escaños o sillones, sus privilegios “de casta” y
las tablets y los teléfonos que dicen que les regalan, más el despilfarro de los
cochazos oficiales, como algo innecesario y hasta estúpido, “ellos” si están
felices y satisfechos, con el jornal asegurado, el resto que se las ingenie o
recurra al antidepresivo Sertralina dispensado por la Seguridad Social o al
Lexatin que apaga frustraciones y ansiedades. Pero no cura. Cuando no se
cumplen las expectativas del ciudadano este se siente frustrado e infeliz.
De ahí el lema de “soñar a lo grande” y tratar de colmar las expectativas de los
algecireños: una ciudad segura y próspera. Normal. Segura bloqueando los
factores de riesgo y conflicto con la intervención directa de la Policía Municipal
y la aplicación rigurosa de leyes y ordenanzas. No queremos ser como
Barcelona y su barrio del Raval donde los vecinos sobreviven, que no viven,
aterrorizados por la delincuencia en su mayor parte extranjera. ¿Y por qué las
conductas delictivas, peleas, violencia, robos, narcotráfico, guerra de bandas y
todo ello recogido por las cámaras de televisión? Porque no se aplican las
leyes y el delincuente campa por sus respetos con una sensación de absoluta
impunidad. ¿La expectativa ciudadana? Que no exista en Algeciras ni una sola
calle en ninguna zona donde no se pueda pasear a la mascota a las dos de la
madrugada, o volver tranquilos a sus casas sin el temor de ser asaltados o
agredidos. Viviendo con miedo a la delincuencia no puede existir la felicidad.
Es imposible. Y si para enfrentar el miedo hacen falta cuádruples efectivos
policiales eso es una medida urgente. ¿Qué se detienen y vuelven a la calle?
No hay problema, una y otra vez, identificaciones continuadas, presencia
visible de la policía, todo un ramillete de obstáculos reiterados y machacones
que potencie el hartazgo de quienes hacen de sus existencias una fuente de
conflictos para con sus semejantes y decidan marcharse a delinquir a lugares
más cómodos. Aquí no.
Seguros para ser felices y prósperos para colmar parte de las expectativas.
Sangrar al ciudadano, al pequeño comerciante, al empresario, al autónomo,
para llenar las arcas municipales no es la política aceptable, la menor carga
impositiva proporciona mayores ingresos a lo que va aparejado mayor gasto y
ese gasto genera prosperidad. El dinero en movimiento entre la ciudadanía
crea riqueza, el dinero enterrado en onegés o asociaciones que cumplen una
labor que ha de ser cumplida por el propio ayuntamiento y sin intermediarios,
esos fondos infecundos no repercuten en los ciudadanos. Y no puede ser, en
otros lugares de nuestra España, con otras políticas tal vez pueda ser, aquí no. Aquí el ciudadanos necesita “soñar a lo grande” y que le dejen prosperar sin
tener que estar arrodillado ante la carga de impuestos, tasas y contribuciones.
El mayor gasto ha de estar dirigido a mejorar las pensiones de miseria de
nuestros jubilados, porque ellos fabricaron nuestro presente y les debemos
gratitud y respeto, para los jubilados gloria bendita, buenos centros de
mayores, ayudas a domicilio, actividades, prioridad absoluta en la Seguridad
Social, ayudas para la vivienda, gratuidad de la electricidad y el trasporte.
Ventajas y beneficios exagerados, eso es, porque “es de ser bien nacidos el
ser agradecidos” y a ellos se lo debemos todo. A otros no les debemos ni el
aire que respiran. A los jubilados sí.
Y así serán un poco más felices. Todo consiste en un poco de ingeniería
financiera y “lo que iba allí ahora va allí” y al que no le convenga que se vaya,
mi hijo, abogado se fue a Alemania para pagarse el Master con un minijob a
céntimos la hora, porque la vida es así y tampoco yo iba a permitir quitarle la
sopa de la boca a un abuelo para que mi hijo recibiera una subvención. La vida
es jodida pero hay lo que hay y lo que hay lo tenemos que distribuir sin
mamoneos y sin dejar que otros se aprovechen. Porque la ciudadanía lo ve, se
considera tratada de forma desigual, entra la mala leche del agravio
comparativo y se siente infeliz. Y eso está mal. Nuestro deber es conseguir la
felicidad de los ciudadanos, partiéndonos el pecho dentro de nuestras
posibilidades, eso sí, “soñando a lo grande”. Pero los grandes sueños van
tatuados en nuestro ADN y conseguir la felicidad es algo irrenunciable para
nuestros genes. Y es lo que hay.
Abogada y periodista.